.él.

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Llega a su casa después de haber recorrido todas las alcantarillas, sintiéndose el mismo perro canequero que su hermana dijo una vez que era. Es impensable que una oda hecha canción le produzca tanta repugnancia. Busca en sus bolsillos y no hay monedas ni para comprar desperdicios de alcohol. Ahora un mendigo tiene más acciones que él mismo la esperanza de volver a ser él mismo. Donde apunte el mapamundi, él se siente perseguido por él mismo, por su propia pérdida de tiempo y por las mismas mujeres que no existen. Se despierta húmedo en la madrugada, el tiempo no pasa, o mejor, el tiempo pasa y no pasa nada. El sol no sale cuando encima de la cabeza hay un mundo que aplasta y llena de residuos florales los canales, que no son Venecia en otoño. Solo un par de segundos y volverá a casa. Esta noche no ha de sentirse perro canequero, sino algo más abajo en la escala evolutiva.